La inteligencia emocional nos describe una habilidad que tiene innata todo ser humano. Sin embargo, esta habilidad hay que trabajarla regularmente para conseguir percibir, asimilar, comprender y regular nuestras propias emociones y la de quienes nos rodean, es decir, para mejorar nuestro crecimiento emocional e intelectual.
Desde que en 1990 los autores Salovey y Mayer publicaron su famoso artículo sobre la ‘Inteligencia Emocional’, este término ha ido tomando forma hasta llegar a nuestros días. Según lo definían ellos, la inteligencia emocional es la capacidad para supervisar los sentimientos y las emociones de uno mismo y de los demás, de discriminar entre ellos y de usar esta información para la orientación de la acción y el pensamiento propios.
En su artículo, y basándose en la teoría de las inteligencias múltiples que Gardner planteó unos años antes, Salovey y Mayer identificaron cinco esferas en la inteligencia emocional.
La primera de ella es conocer las propias emociones. Se trata de trabajar la capacidad de reconocer un sentimiento en el mismo momento en que aparece para constituir la piedra angular de la inteligencia emocional: la capacidad de seguir momentáneamente nuestros sentimientos.
Tener la capacidad de controlar las emociones es la segunda de las esferas. Se trata de que nuestra propia conciencia nos permita controlar nuestro sentimiento y adecuarlos al momento que estamos viviendo.
La tercera de las esferas pasa por la capacidad de motivarse uno mismo. De este modo, podremos controlar nuestra vida emocional y mantener la atención, la motivación y la creatividad en todos los aspectos que deseemos.
Poder reconocer las emociones de los demás es la cuarta de las esferas que identificaron Salovey y Mayer a través de la cual se consigue trabajar la empatía o la auto-conciencia de las emociones ajenas.
Por último, es importante mantener un control de las relaciones para mejorar nuestra habilidad de relacionarnos adecuadamente con las emociones de los demás, así como trabajar sus competencias o nuestra incompetencia social a través de las cuales se encuentran las habilidades de popularidad o liderazgo entre otras. Unas capacidades muy demandadas en los puestos de empleo actuales.
